Dar prioridad a la lactancia materna: una urgencia ética, social y cultural
Por Leslie Aguayo González
Directora de la Escuela de Salud
La Semana Mundial de la Lactancia Materna 2025 nos invita a mirar con seriedad una práctica tan natural como esencial: amamantar. Hoy más que nunca, lactar no puede seguir siendo visto como una carga individual, sino como un derecho humano que requiere apoyo colectivo y estructuras que lo garanticen.
Dar prioridad a la lactancia materna va mucho más allá de una recomendación sanitaria. Es una apuesta ética, social y cultural por el bienestar de la infancia y la sociedad en su conjunto. Esto implica avanzar hacia políticas públicas que aseguren licencias postnatales adecuadas, espacios dignos para amamantar, y una formación continua del personal de salud con enfoque empático y actualizado en lactancia. También es urgente proteger esta práctica de las presiones del mercado, aplicando rigurosamente el Código Internacional de Comercialización de Sucedáneos de la Leche Materna.
Y para que esta relación florezca, se necesita tiempo, contención y un entorno que acompañe. Desde mi experiencia como matrona, sé que el deseo de amamantar no siempre basta cuando faltan las condiciones adecuadas.
Porque la lactancia es mucho más que alimentar. Es un acto de amor profundo que fortalece el vínculo único entre la persona que amamanta y el infante —la diada—, piedra angular para el apego seguro, el desarrollo emocional y la salud integral desde los primeros días de vida.
Invertir en lactancia materna es invertir en salud pública, en equidad, en sostenibilidad y en desarrollo humano. No es responsabilidad de una sola persona, ni de una sola familia: es una tarea compartida. Como sociedad, tenemos el deber de construir redes de apoyo reales, visibles y sostenibles para que ninguna persona que amamanta tenga que hacerlo sola.