Por Danilo Hernández Ulloa, Director Escuela Tecnológica Industrial

Es inevitable observar el comportamiento de las personas según el contexto donde se desenvuelven. Si lo vemos desde un punto de vista empresarial, cada ciudad es un sistema productivo con actividades y funciones propias de una industria, con sus diferentes unidades o áreas. 

El amplio abanico de personas y sectores desplegados en esta “industria”, presenta diversas interconexiones que producen bienes o servicios que participan en el logro de un desarrollo económico personal, familiar, local y, en consecuencia, nacional. 

Entendiendo su complejidad y diversidad, la ciudad se transforma en un espacio de imaginación aplicada e innovación que abre infinidad de posibilidades para un desarrollo sostenible, donde las personas pueden reunirse, colaborar y generar nuevas ideas y soluciones creativas a diversos problemas y desafíos. Estos espacios, fomentan la interacción entre individuos de diferentes disciplinas y antecedentes, lo que puede dar lugar a una combinación de ideas y enfoques únicos. 

Generalmente, una ciudad cuenta con centros de innovación, laboratorios de diseño y prototipado, hubs tecnológicas, incubadoras, aceleradoras, espacios de coworking, universidades, institutos profesionales y centros de investigación, espacios creativos, etc. Pero ¿sabemos realmente cuáles son las capacidades instaladas en ellos y cómo aportan al desarrollo de las personas y a la economía local? ¿existe un diagnóstico que permita vincular los esfuerzos y las capacidades de cada nodo según especialidad o quehacer? 

Lograr la colaboración interdisciplinaria al desarrollar soluciones novedosas a problemas complejos requiere conectar las capacidades de una persona, empresa, institución u organización según sus experiencias, conocimientos, habilidades y convicciones, para lo cual se debe avanzar hacia contextos ciudadanos que motiven y fomenten una cultura de innovación e inclusión con ecosistemas amables, sostenibles y resilientes que permitan entregar un propósito y herramientas de vida a quienes habitan las ciudades, amplificando y validando las capacidades de cada individuo.

En este contexto, la formación técnico profesional, que alcanzó el 56,7% de la matrícula de 1er año de pregrado 2023 en instituciones de educación superior, es uno de esos nodos que amplifica y valida, pero que, además, tiene la obligación de aportar significativamente a los cambios de paradigmas y la integración de jóvenes con distintas procedencias, costumbres y sentires. 

Por eso, es preciso vivir la ciudad. Observarla y re imaginarla para que la innovación florezca amparando, formando y trasformado a las personas para que mejoren sus contextos y realidades, construyendo un presente más empático que permita garantizar un futuro sostenible, con equilibrio entre tecnología, medio ambiente y humanidad. 

En definitiva, la ciudad como centro de conexión y crecimiento es un elemento que destaca el papel vital que desempeñan las áreas urbanas en la promoción de la innovación, la colaboración y la creación de redes. Las ciudades que forman y transforman, se conocen e integran, ofrecen un entorno propicio para intercambiar ideas y generar soluciones a los desafíos del mundo contemporáneo.