No todos los niños y niñas reaccionan de la misma manera ante una emergencia, es un hecho. Los múltiples factores que influyen en sus comportamientos, circunstancias sociales, económicas de la familia y exposición a la información, podrían construir el impacto emocional que tengan al momento de vivir una catástrofe como perder sus viviendas a casusa de los incendios forestales.

Pero, en estos momentos de contingencia, es mejor buscar maneras de abordar el impacto que sufren y el cómo hacerlos partícipes del proceso de reconstrucción, tanto material como emocional. Y para esto, la comunicación es la clave.

“Después de cualquier catástrofe o crisis, a las familias se les dificulta saber qué pueden decirles a los niños y lo que deben o no comunicarles. Independientemente de la edad o la etapa de desarrollo del niño, los padres pueden empezar preguntándole qué es lo que ya han escuchado al respecto. La mayoría de los niños ya habrán oído algo, no importa la edad que tengan. Después de preguntarle sobre lo que ha escuchado, pregúntele si tienen alguna duda”, explica Alejandra Castro, jefa de la carrera de Psicopedagogía en el Instituto Profesional Virginio Gómez.

Es importante no apresurar el proceso y darse el espacio para escuchar, remarca la profesional, ya que en circunstancias de emergencia es difícil encontrar los espacios para comunicar oportunamente la situación. “Pero siempre es mejor que se reciban la información de uno de los padres o de los encargados de su cuidado en lugar de recibirla de otro niño o de los medios de comunicación”.

Claridad y participación

“Los niños y niñas sienten la pérdida de su espacio, de su hogar y, como hemos dilucidado anteriormente, la comunicación oportuna de estas situaciones es primordial. Para empezar, caer en el exceso de positivismo podría traer consecuencias aún mayores al mediano plazo, por eso es mejor ser realistas y transmitir la situación que ocurrió, cuidando el no promover inseguridades”, comenta Alejandra Castro.

Ante una emergencia de estas índoles, es común alejar o aislar a los niños y niñas, pensando que así estarán mejor, pero “hacerlos parte del proceso de reconstrucción, impactará en su estado emocional y ayudará a regresar paulatinamente a sus actividades regulares, sin forzar situaciones. Por eso, hay que dejarlos participar, animarlos y por supuesto, supervisarlos. No se puede someter a los más pequeños a labores de limpieza, pero si adolescentes pueden contribuir a ayudar a otras comunidades como voluntarios”, concluye.