Por Alejandra Caamaño, Jefa de Carrera TNS en Educación de Párvulos,Instituto Profesional Virginio Gómez

Son muchos los padres y madres que se preguntan por qué se producen “las pataletas”, cuál es el motivo de que el niño comience a manifestar estos cambios en su personalidad, y los motiva a reaccionar con llantos desconsolados y descontrolados, gritos y/o rabietas, frente a situaciones habituales en el contexto familiar como un llamado de atención, dando paso a un caos de emociones cuando no se cumplen sus deseos.

Entre los 12 meses y los 4 años de edad es frecuente que los niños y niñas presenten estas conductas, que pueden ser desgastantes para un adulto, pero que, sin duda, es muy importante para los niños y niñas, ya que les permitirá moldear su personalidad en la vida adulta, identificando las emociones que cierta situación le provoca y las que debe aprender a expresar. 

Según especialistas, en esta etapa los menores desarrollan una enorme capacidad de interacción, exploran y descubren un sin fin de cosas, pero su cerebro aún no ha desarrollado las áreas del autocontrol. El desafío de los padres es comprender que este infante es  incapaz de controlar sus emociones, y eso los ayudará a ver la situación de forma más constructiva sin pensar que se trata de un desafío a su autoridad.

Es importante ayudar a los niños a que reconozcan sus emociones: miedo, rabia, tristeza, alegría, de manera tal que sean capaces de exponerlas en una palabra sencilla, que exprese lo que siente en ese momento, frente a una situación determinada. 

Esta es una fase crítica que se acaba alrededor de los 4 años y en la cual se ha aumentado el repertorio lingüístico, lo que facilita que se pueda hacer entender frente a los adultos que lo rodean.

Es recomendable para los padres actuar con calma y empatía frente a estas situaciones, ofrecer oportunidades al niño para lidiar con estas frustraciones, escuchar, conversar, no elevar el tono de voz, explicarle lo que está sintiendo, abrazarlo; esto contribuirá a no generar más tensión, validando sus emociones, con una buena contención.

Es importante entender que ceder a los deseos no significa que no se está colocando limites, lo importante es darle la posibilidad de escoger, de manera de prevenir batallas cotidianas que controlen la rutina familiar.

Los padres deben reforzar desde lo positivo, permitiéndole decidir cuándo pida cosas sencillas y razonables que no causen un inconveniente y en lugar de decirle “no”, intentar darle alternativas. “¿Puedo dormirme con mi muñeco?”- “claro que sí”.

Transformar las actividades cotidianas, como guardar los juguetes en juegos de ayuda, aliviará la tensión en las tareas aburridas. Asimismo, establecer límites razonables, sin pedir más de lo que un niño de su edad pueda dar, ya que, siendo una persona que está moldeando su carácter no se puede esperar que se comporte a la perfección.  

Lo más importante, es considerar siempre sus ritmos naturales y sus gustos, permitiendo que él o ella sienta que tiene cierto control, lo que le ayudará a formar su personalidad como futuro adulto.